Cómo prepara la Naturaleza el crecimiento del hombre espiritual
La Naturaleza ha seguido cuatro direcciones principales en su esfuerzo por abrir el ser interior: la religión, el ocultismo, el pensamiento espiritual, la realización espiritual y la experiencia interior. Las tres primeras son vías de aproximación; la última es la puerta de entrada decisiva. Estas cuatro fuerzas han trabajado simultáneamente y de una manera más o menos coordinada, a veces colaborando juntas, más o menos estrechamente, a veces disputando entre sí, y otras de un modo separado e independiente. La religión ha admitido un elemento «oculto» en su ritual, en sus ceremonias y en sus sacramentos; se ha apoyado en el pensamiento espiritual, sacando de éste a veces un credo o una teología y otras el fundamento de una filosofía espiritual –en Occidente se ha seguido generalmente el primer método en tanto que en Oriente se ha seguido el último–; pero la experiencia espiritual es el objetivo y el logro final de la religión, su horizonte supremo y su cumbre.
Cada uno de estos medios o vías de acceso corresponde a algo existente en nuestro ser total y por tanto a algo necesario para el propósito total de su evolución. Cuatro cosas son en efecto necesarias para que el hombre pueda proseguir el proceso de expansión de su ser, si es que no debe seguir siendo lo que es actualmente en su naturaleza exterior o fenoménica, es decir, un ser de la ignorancia superficial buscando oscuramente la verdad de las cosas y recogiendo y sistematizando solamente fragmentos y partes de conocimiento, una pequeña criatura limitada y torpe de la Fuerza cósmica. Debe ante todo conocerse a sí mismo, y descubrir y utilizar sus propias potencialidades; pero para conocerse totalmente a sí mismo y conocer totalmente el mundo debe ir hasta detrás de lo que considera como exterior a sí mismo y de lo que considera que le pertenece como propio; debe sumergirse profundamente por debajo de su propia superficie mental y por debajo de la superficie física de la Naturaleza. Esto sólo puede hacerse conociendo su propio ser interior, mental, vital, físico y psíquico, y sus poderes y movimientos, y las leyes y los procesos universales de la Mente oculta y de la Vida oculta que actúan detrás de la fachada material del universo; ése es el campo del ocultismo, tomando este vocablo en su significación más vasta. El hombre debe conocer también el Poder o los Poderes escondidos que controlan el mundo; si existe un Ser-en-Sí o Espíritu Cósmico, o un Creador, el hombre debe ser capaz de establecer algún tipo de relación con Él o con Eso, ha de ser capaz de permanecer en cualquier contacto o comunión que sea posible, de conseguir algún tipo de sintonía con los Seres que rigen el universo o con el Ser universal y Su voluntad universal, o con el Ser supremo y su suprema voluntad. Debe ser capaz de seguir en su vida y en su conducta la ley que este Ser le impone y de ir en pos del objetivo que le asigna o revela; debe, en su vida presente o en su futura existencia, elevarse hasta la cumbre más alta que este Ser le señala y cuya coronación le exige; y, si este Espíritu, este Ser universal o supremo, no existe debe saber qué es lo que realmente existe y cómo ascender hasta ello, cómo salir de su actual imperfección e impotencia. Ésta es la función de la religión, su meta es unir lo humano a lo Divino y, como consecuencia de eso, sublimar el pensamiento, la vida, el cuerpo físico, de tal manera que puedan admitir la autoridad del alma y del Espíritu. Pero este conocimiento debe ser algo más que un credo o que una revelación mística; la mente pensante tiene que poder aceptar este conocimiento y constatar su vinculación con el principio fundamental de las cosas y con la verdad observable del universo. Tal es la labor de la filosofía, y en el ámbito de la verdad del Espíritu esta tarea sólo puede ser realizada por medio de una filosofía espiritual, bien sea ésta intelectual o intuitiva en su método. Pero ningún conocimiento y ningún esfuerzo pueden producir fruto alguno si no se transforman en experiencia y no se convierten en una parte integrante de la consciencia o de sus operaciones o actividades normales. En el ámbito espiritual todos estos conocimientos y esfuerzos, de carácter religioso oculto o filosófico deben pues para ser fecundos culminar en una apertura de la consciencia espiritual, en experiencias que fundamenten esa consciencia y la eleven, la expandan, y la enriquezcan constantemente, y en la creación de una vida y una acción que concuerden con la verdad del Espíritu; tal es la obra de la experiencia y la realización espirituales.
LA EVOLUCION FUTURA DEL HOMBRE. pp.87-89
Sri Aurobindo